July 19, 2022

APRECIANDO LO NUESTRO

A veces es necesario salir del entorno en que uno vive para poder apreciar mas lo que uno tiene aquí en la República Dominicana. (Es como tener que comer mas platos para poder decidir mejor cual es el que uno prefiere.) Recientemente pasé un tiempo en el Sudán, África donde pude palpar directamente una situación de vida muy diferente a la nuestra, en todos los sentidos. Habían cosas que eran mejores y otras peores, pero sin duda, la impresión que deja a todos los que viajan y pasan un tiempo allí es que están atravesando por una situación de crisis sin precedentes en su historia.

Por ejemplo, actualmente hay una guerra civil violenta entre el norte, que compone el 70% de la población y es árabe y mahometano, y el sur con un 30% y es africano y cristiano. Este conflicto tiene cerca de treinta años (con sus altos y bajos) desde que se inició y tiene su origen parcialmente en el hecho de que cuando los británicos otorgaron la libertad al Sudán impusieron los límites territoriales arbitrariamente ligando tribus, religiones y culturas que nunca tuvieron nada en común. (Esto no fue cosa rara para los ingleses ya que ellos hacían eso a menudo tal como en los casos de la frontera entre Pakistán y la India y entre este último y la China.) Esta guerra ha provocado una hambruna terrible afectando a millones de personas ya que ambas facciones no permitan que la población se reabastezca de alimentos. Inclusive es una estrategia intencional de las dos partes la de imponer el hambre a los que desafortunadamente viven en el sur donde se desarrolla el conflicto. Usan esa medida para sus propios fines políticos.

No hace ni tres años que el Sudán y Etiopia estaban inmersos en la peor sequía y hambruna del siglo, hecho que captó la atención mundial. Estos dos países estaban literalmente convulsionados en todos los sentidos. Cientos de miles murieron y millones tuvieron que desplazarse caminando por meses en busca de comida para sobrevivir. Perdieron sus familias, sus casa, sus animales, su agricultura, sus vidas. Sin embargo los efectos de ese evento siguen castigando al país ya que grandes áreas de terreno no tienen la mas mínima posibilidad de recuperarse y el proceso de desertificación avanza constantemente. Donde antes había animales y pastos, hoy solamente hay grandes extensiones de arena y mucho, mucho polvo. En estos lugares la gente no encuentra como subsistir. Se ha producido otra gran migración poblacional que junto a la que ha sido impuesta por la guerra, mantiene al gobierno en una situación de crisis constante. El problema reside en que éste no puede atender a su población adecuadamente en tiempos normales (si es que eso existe), mucho menos en una emergencia.

Y todo esto con un calor sofocante. Es tan insoportable que a las dos de la tarde todas las actividades se paralizan aunque luego algunos comercios y oficinas abren a las seis. Al mismo tiempo hay que aguantar el polvo que es tan prevalente en el ambiente tan así que el sistema respiratorio de uno pasa por un choque, o mejor dicho rechazo, al tratar de ajustarse a este nuevo fenómeno. La sequedad del ambiente también es agobiante ya que seca por completo la mucosidad del sistema respiratorio eliminando así la protección natural a enfermedades que posee el cuerpo. Algunas personas duran hasta un año con una gripe constante y yo perdí la voz por casi una semana (eso le convino a mis amigos).

La cultura y mentalidad mahometanas es muy diferente a la de nosotros. Por mas que uno trata, como que es difícil de penetrarlos. Claro está, cuando se conversa con ellos no hay contradicciones obvias, pero cuando se va al fondo y se trata de comprenderlos, surge entonces una serie de criterios que son bastante extraños para un occidental. Por ejemplo, su creencia en la palabra absoluta del Corán contrasta directamente con nuestra opinión de que la Biblia en la única palabra de Dios. Quizás por eso es que han habido tantas guerras entre nuestras dos fe. Una cosa que fue difícil para mi fue la actitud que tienen hacia las mujeres, que por cierto son muy lindas. Un latino se quedaría mirándolas con agrado pero eso es casi una ofensa que puede traer problemas a cualquiera. No se permiten ninguna bebidas alcohólicas, ni cerveza! Cosa difícil para un dominicano con ese calor.

El Sudán ha adoptado la Ley Islámica (Sharia) como su código básico y aunque no la imponen en su totalidad (como en el caso de cortar las manos a los ladrones y apedrear hasta la muerte a los adúlteros) existe un movimiento fundamentalista bastante poderoso que lo apoya. Quizás para los mahometanos eso no es un problema pero para la minoría cristiano es imposible de aceptar.

Además de la guerra civil que ha provocado una situación inestable en el país, el ambiente político es muy tenso ya que hay un cambio de gobierno a cada rato. Inclusive durante mi estadía allí las Fuerzas Armadas exigieron ciertos cambios o iban a tener que tomar las medidas de lugar (obviamente derrocar al gobierno). Sin necesidad de ejecutar el golpe, los militares provocaron la caída del gobierno.

Aquí nosotros nos quejamos del desastre de las oficinas públicas, que son sucias, un caos, desorganizadas, que son llenas de botellas, etc., pero lamentablemente (para ellos) no hay punto de comparación con lo que encontré en Jartoum, capital del Sudán. Algunas oficinas no tenían ni pintura en las paredes de tan mal que las mantenían, no existen tal cosa como records o archivos y el desorden era muy prevalente. El centralismo en la toma de decisiones a todos los niveles del estado es la regla creando unos cuellos de botella que provocan una burocracia tremenda, impidiendo así que se puedan tomar acciones rápidas y efectivas para enfrentar la situación de emergencia reinante en allí. Un ejemplo muy tangible del estricto control que imponen a la población es el requerimiento de tener un permiso del gobierno cada vez que se quiera salir de Jartoum hacia las zonas rurales, también de noche no se puede salir después de las diez sin otro permiso. Cuando salí del país me chequearon 14 veces diferentes antes de abordar el avión. Era completamente frustrante.

Aunque son muy corteses hacia uno, es posible palpar cierta desconfianza en el gobierno hacia el extranjero, inclusive los denominan a todos “hawaya” (que realmente no es un insulto pero que es evidencia que hay una diferencia).

Amigos míos que han vivido un tiempo en el Sudán dicen que tienen la impresión de que hay un ambiente de auto-destrucción y que sienten que esta situación no cambiará por mucho tiempo.

En su defensa es necesario decir que es un pueblo noble y súper honesto. Han sido dominados por siglos por extranjeros, principalmente por los egipcios y luego por los británicos y solamente tienen 33 años desde que se independizaron. O sea, están en el parto todavía. El destino les ha jugado mal. Los desastres naturales los están acabando. Sin embargo, tal como en el caso de Bangladesh (y esperamos con Haití), ellos tendrán que levantarse eventualmente.

Quizás no es justo comparar nuestro pequeño pedazo de paraíso con el Sudán ya que las condiciones históricas, culturales, religiosas, ecológicas, etc. son muy distintas. A la vez, eso no quiere decir que aquí las cosas van viento en popa. Todavía hay mucha miseria y desigualdad social, política y económica que no tiene porque ser así. Lo mejor no es compararnos con otros sino compararnos con lo que fuimos y con lo que podemos ser. Allí queda el mejor camino, luchar para la superación individual y colectiva. Espero que el Sudán lo logra.

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