En la actualidad el tema de la participación es un tema de mucho debate en la República Dominicana. Sin embargo, hasta ahora casi toda la discusión se ha enfocado en lo que es la participación socio-económica y política del pueblo, o sea, en la estructuración formal de la participación en nuestra sociedad.
El problema de este enfoque, que tendrá que cambiar si es que queremos lograr una verdadera participación en nuestras vidas, es que éste representa únicamente la expresión externa del concepto, el mundo donde se concretizan los valores democráticos, no su origen ni fuente que es el ser humano y todo lo que nos compone internamente. Claro está, es importante que existe una relación didáctica entre ambos pero no tiene sentido tratar los síntomas de un problema y no su causa. En otras palabras, la participación en las decisiones nacionales empieza con la auto-democracia/auto-gobierno individual.
En términos prácticos, ¿que implica esto? El auto-gobierno implica la transformación del ser humano con miras hacia su equilibrio interno, libre de ataduras que nos impiden ver las cosas como son y, por tanto, poder tomar las acciones correspondientes. Para que la democracia sea realmente funcional a nivel global, los miembros de una sociedad deben poseer la libertad de decidir qué es lo que quieren de la vida y de tener la oportunidad de expresarlo y de realizarlo. Consecuentemente, el ser humano debe poseer todas las facultades y recursos a su disposición para que pueda asumir las decisiones de lugar. No puede haber una democracia sana si sus integrantes no son sanos.
La transformación del individuo no es más que la adopción de una actitud de que nosotros podemos y debemos evolucionar a través de la aplicación de nuestra propia atención y energía hacia ese fin. En otras palabras, mediante un esfuerzo determinado y continuo a nuestro beneficio, somos capaces de crecer, transformarnos, aprender como auto-gobernarnos y, por consiguiente, como auto-realizarnos.
Este proceso de transformación personal implica aprender como vivir más consciente lo que, a la vez, nos permite responder más rápido a la retroalimentación que recibimos aumentando nuestra capacidad de tomar acciones auto-correctivas. Al mismo tiempo, nuestro dominio del proceso de toma de decisiones también aumenta permitiéndonos actuar con mayor flexibilidad y creatividad. Nuestro comportamiento se hace más espontáneo, libre y lleno de posibilidades. Uno se llena de un sentido de dinamismo personal que nos permite resolver problemas y situaciones que antes parecían imposibles. De esta forma el letargo y apatía tan comunes en la humanidad comienzan a desvanecerse. Así empezamos a crecer y extender el sentido de auto confianza en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.
La transformación personal provoca un espiral progresivo de crecimiento para los que eligen seguirla. En la medida que vivimos más concientemente nos hacemos más sensibles y servidores de la vida, responsables y respetuosos del impacto que puedan tener nuestras acciones sobre todo lo que nos rodea. También, al ser más comprensivos de nuestro lugar en la vida, se puede contribuir a conformar un mundo más tolerante, auto-regulador y auto-organizador.
Obviamente, no es posible, ni deseable, dirigir nuestros esfuerzos únicamente a favor de uno mismo. El ser humano no es una isla. El crecimiento personal se da precisamente como consecuencia de una dinámica de interrelación con nuestro entorno. El esfuerzo a favor del desarrollo de los demás es parte del desarrollo del ser individual, ya que el bienestar de la totalidad es el bienestar de uno. No hay posibilidad de separación. No la puede haber ya que somos integrantes del conjunto, pero a la vez, el todo está compuesto por sus integrantes.
Es un principio universal que toda la existencia lucha por la perfección. El ser humano no es una excepción, ya que su propósito culmina en su auto-realización, o sea, la realización de su ser. Solamente por medio de este camino podremos lograr la transformación de nuestros seres ya que la verdadera revolución empieza desde adentro. No se puede compartir con la sociedad lo que nosotros mismos no poseemos. Una vez equilibrado nuestros ser interno todo lo demás fluye de manera natural. Las estructuras necesarias para regir nuestra sociedad serán construidas armónicamente si sus creadores son así. Es hora de iniciar la rectificación de la fuente de nuestros problemas y no de síntomas. De lo contrario estaremos dando vueltas eternamente. Tendremos una democracia sana en la medida en que sus integrantes sean sanos. Se trata, de asumir una actitud orientada a ese objetivo, y de trabajar de manera perseverante en la promoción y defensa de los valores de la condición humana y de la naturaleza.