Los refranes son pensamientos sabios que nos enseñan mucho siempre llegando al meollo del asunto y siendo utilizados para describir situaciones en una forma muy directa y sintetizada.
En los momentos actuales de profunda preocupación hay varios refranes muy viejos que vienen a la mente. Uno de ellos dice “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista” y es en este sentido que uno tiene que preguntar si el pueblo dominicano realmente puede resistir mucho mas esta situación de deterioro progresivo que nos amenaza diariamente con consecuencias verdaderamente peligrosas.
Nada mas con la deficiencia generalizada en la entrega de los servicios básicos todos podemos atestiguar de la incapacidad de las instituciones del gobierno de proveernos de la mas mínima cuota para satisfacer las necesidades de la ciudadanía. Los servicios de salud están derrumbándose, la educación (el pilar fundamental de cualquier sociedad) es casi ignorado en nuestro país, el suministro de la energía eléctrica ha llegado a tales extremos que los “prendiones” promedian dos o tres horas y el servicio del agua sigue siendo sumamente precario. La recogida de basura no existe en muchos sectores y, por tanto, obligatoriamente se tiene que quemar. En respuesta, en muchas áreas residenciales de clase media las viviendas se han convertido en mini ayuntamientos donde cada familia está forzada a proveer sus propios servicios y, en consecuencia, ser casi auto-suficientes. En cuanto a los barrios populares donde vive la gran mayoría de la población urbana, ni se diga; no hay facilidades de ninguna clase y si los pobladores mismos quieren suministrárselos lo tienen que hacer clandestinamente y con mucha, mucha lucha.
La situación económica se deteriora aceleradamente sin perspectivas de solucionarse en lo inmediato. Se dice que no es tan grave como en otros países de América Latina, pero no vivimos en otro país, vivimos aquí mismo y no hay excusa para lo que está sucediendo. Como quiera, ese tipo de explicación es mas una burla que una consolación. Las autoridades no tienen ninguna idea real, ni mucho menos poseen estrategias coherentes, de cómo sanear esta crisis y eso es grave. Al contrario, su intención expresa es de continuar con las políticas que han creado los problemas actuales.
A todo esto se le agrega ese circo llamado “Las Elecciones”, que, por cierto, ha sido manejado de una forma sumamente cuestionable y, como sabemos todos, si no se le da una salida responsable y seria puede provocar un desenlace muy peligroso para el país poniendo en juego nuestro sistema democrático. Lo peor de todo es que el papel representado por el pueblo, la extraordinaria muestra de civismo que dió durante el proceso no se ha tomado en cuenta, siendo el mismo pueblo el mayor perjudicado de esta presentación teatral.
Como resultado, donde quiera que uno mira y oye, es palpable que el pueblo ha perdido una gran parte de su confianza y credibilidad en nuestro sistema socio-económico y político. Las implicaciones a largo plazo de este hecho irrefutable son muy graves para nosotros. En sentido general, hay un desgaste a todos los niveles. Es obvio que este sistema está muriendo lentamente y otro necesariamente tendrá que surgir en su lugar, por el que todos tendremos que luchar.
Y es en ese sentido que podríamos decir “No hay mal que por bien no venga”. Nosotros como seres humanos y como pueblo tenemos que aprender de nuestras experiencias, esa es la esencia del proceso evolutivo de la vida y si así no ocurre, vamos a desaparecer como raza humana. Sabemos que el Estado nunca fue capaz, ni quizás lo debe ser, de resolver todos los problemas y de satisfacer todas nuestras necesidades. Hemos estado siempre esperando a que nos resuelvan todo, siempre acostumbrado a que el “Padre Estado” nos provea todo, siempre sujetos a una mentalidad de dependencia que nos socava y nos envenena desde adentro, lentamente, hasta que aprendamos decir basta ya!
¡Eso debemos decir ahora, BASTA YA! Es hora de tomar nuestros destinos en nuestras propias manos y no depender de otros, mucho menos del gobierno. El pueblo tiene el derecho, no, el deber, de decidir lo que mas le conviene, cual rumbo es que quiere caminar, que sociedad es que quiere construir y que futuro debemos dejar a nuestros hijos. Tarde o temprano, así tendrá que ser. Pero creo que este es el momento. La situación está sumamente difícil, hasta peligrosa. Pero realmente, momentos como estos han sido históricamente oportunidades ideales para iniciar toda una serie de reajustes que los sistemas requieren. Si los pueblos de Europa Oriental tuvieron el valor de enfrentar su destino con cambios bruscos y repentinos (que les han traído dolor pero a la larga saborearán los frutos de sus acciones) nosotros aquí también podemos hacer lo mismo. Realmente, no hay alternativa. El pueblo es uno, los dominicanos somos uno. El parto duele pero debe nacer una nueva vida. Es hora de ser agresivos, de aunar esfuerzos y de buscar soluciones innovativas, democráticas e integrales que beneficien a todos y prometan crear un sistema mas justo, sano y equitativo.
“¡Camarón que se duerme se lo lleva la corriente!”