En un mundo donde se puede palpar que la calidad de vida del ser humano está en franco descenso, poseyendo recursos obviamente limitados, finitos y continuamente deteriorándose, es de mucha preocupación que los “expertos” económicos están tan desfasados que todavía hablan del neoliberalismo como panacea a nuestros problemas. Parece que no se dan cuenta (o no quieren darse cuenta) que nosotros somos mucho mas que simplemente seres humanos con deseos y aspiraciones económicas y que una sociedad basada en el consumo (como la nuestra) eventualmente se autodestruye, ya que el planeta no puede suministrar eternamente los recursos que se requieran para sostenerla.
Es claro que un modelo de desarrollo basado exclusivamente en criterios económicos es insuficiente por varias razones. Por un lado, el neoliberalismo desvirtúa lo que es la esencia del ser humano, enfoca los síntomas del problema y no sus causas además del hecho de representar una bomba de tiempo en términos ecológicos. Por otro lado, es falso que la liberalización de las fuerzas del mercado permita que todas las personas tengan las mismas oportunidades de auto-superación ya que eso implica una situación de oportunidades equitativas y eso es una ilusión, ya que existe actualmente una división muy grande en términos de poder económico/político y de formación/educación personal.
El ser humano es una totalidad, una representación microcósmica de la vida misma. Somos seres sociales, biológicos, pensantes, emocionales, eminentemente espirituales. ¿Entonces, que rol tiene una filosofía del desarrollo que se limita proponer la “liberalización del mercado”? Parece casi una burla. Como quiera, el capitalismo como sistema promueve el “yo-ismo” de manera acentuada. El mercado existe para que yo pueda aprovecharme en lo máximo de él sin importarle al otro y esto tiene que cambiar. Somos parte de una colectividad sumamente inter-relacionada e inseparable y hay que crear las condiciones para que esto se entienda. Lo que uno hace, afecta al otro, es colaboración en vez de competencia.
Por otro lado, cualquier filosofía del desarrollo que no enfoca las causas de los problemas en vez de los síntomas, fracasará. Ninguna sugerencia o cambio en el sistema político, social, económico, etc. que no contemple la transformación de la conciencia del ser humano tiene posibilidades de ser exitoso. Esto porque no se puede proponer modificaciones en las estructuras sin la transformación del eje de la misma, el ser humano.
Nuestra civilización, como hoy existe, necesariamente tendrá de cambiar. Es imprescindible buscar y encontrar nuevos modelos de desarrollo que nos permita elevar el nivel de vida de los integrantes del reino humano, pero al mismo tiempo respetar los derechos de los demás reinos, o sea, el mineral, vegetal y animal. Tenemos que enfatizar el aspecto cualitativo de la vida y no únicamente el cuantitativo. Los valores principales de este modelo tienen que ser de concientizacion, colaboración, conservación, renovación y redistribución.
Concientización porque para crear una mejor sociedad, las conciencias de los individuos que la componen también tendrán que transformarse. Cualquier otro intento, por mas bien intencionado que sea, que no contemple la formación del ser humano como objetivo fundamental, solamente podrá ofrecer beneficios marginales (en el mejor de los casos) y nunca llegaría al fondo del problema real de nuestra civilización.
Conservación porque es necesario cuidar lo poco que nuestro planeta posee, desperdiciando nada. Renovación porque debemos prolongar y extender la vida útil de todo lo que producimos. Redistribución, porque la tierra tiene todas las riquezas que el hombre necesita para vivir vidas sanas, cómodas y balanceadas. El problema no es de seguir produciendo mucho para pocos, sino de redistribuir lo que poseemos. En verdad, no es necesario seguir aumentando el Producto Bruto Interno (PBI) planetario, sino redistribuirlo.
En resumen, la propuesta de implantar el “neoliberalismo” aquí en el país parece, mas que insuficiente, un engaño que tiende a desviarnos de las causas verdaderas de los problemas que nos afectan. Es hora de concentrarnos en crear democráticamente una nueva sociedad donde prime la colaboración en vez de la competencia, recordando que es precisamente en tiempos de crisis agudas que cambios profundos son posibles, sean buenos o malos. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para crear un nuevo modelo de desarrollo porque de lo contrario, las consecuencias serán catastróficas.