Uno de los factores más positivos de la explosión tecnológica de los últimos 50 años ha ocurrido en el mundo de la comunicación, ya que con el invento de la radio, el teléfono, la televisión, computadoras, satélites y el amplio uso de los periódicos, revistas, libros, etc., se ha creado una civilización global. Ya no hay países o culturas que viven en aislamiento de los demás, siendo esta condición un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad.
Antes del invento de los medios de comunicación el hombre vivía preocupándose por lo que ocurría en su región nada más y fue solamente con el inicio de la era de la comunicación que esas fronteras invisibles entre países empezaron a desaparecer y el proceso hacia una comunidad global (“global village”) se inició.
Es interesante notar la similitud de la palabra comunicación con las palabras comunión y comunidad. Las tres derivan del prefijo latino “com” que significa: “con, juntos, conjuntamente”.
Realmente en nuestro empeño tecnológico descontrolado se nos ha olvidado entender bien cuáles son las consecuencias físicas, sociales, sicológicas y espirituales de esta revolución. Si comprendiéramos que esta nueva era de comunicación no solamente significa impartir o compartir conocimientos o información, sino también y más profundamente significa la unión inevitable del hombre a escala global. Es precisamente este concepto más profundo la base del cambio evolucionarlo en las relaciones humanas y la semilla de una nueva conciencia global.
La energía vital conduciendo este movimiento hacia una civilización nueva es la de síntesis que representa la lucha del hombre hacia la unidad. La contribución de los medios de comunicación es obvia. Un sistema vasto de comunicaciones produce el intercambio casi instantáneo de información; lo que ocurre en la parte más remota del planeta puede llegar a nuestras salas casi tan pronto como sucede.
Al mismo tiempo nuestra capacidad de viajar a cualquier lugar nos posibilita por primera vez a entender el mundo como una comunidad. Esta sensación fue reforzada por los astronautas que pudieron ver desde el espacio al planeta como un total indivisible.
Sin embargo, no es la tecnología que construirá una comunidad mundial. Una verdadera comunidad mundial solamente podrá existir cuando el hombre y sus países dejen de considerarse separados y exclusivos. Es obvio que el cambio necesario es uno de conciencia, de que la humanidad es una sola familia y así trascender las actitudes que nos dividen, tales como el egoísmo, avaricia, ideología, fanatismo religioso y nacionalismo. De esta forma se pueden despertar los valores de una nueva era. Comunidad: cooperación, compartir un amor a la verdad y un sentido para la justicia.
Hoy en día, no hay otro remedio, ya que si no cambiamos, la única alternativa es la de destrucción de la vida tal como la conocemos actualmente. Por tanto, creo que el hombre está en el umbral de una revolución en conciencia tan profunda como la que estimuló la transformación del hombre que caminaba por los llanos de África.