Quizás el propósito mas noble en la vida es la búsqueda de la paz con uno mismo, un estado muy difícil de lograr y mantener en un mundo lleno de miedos, dudas, sufrimientos, ansiedades y violencias; condiciones que nos causan encerrarnos y aislarnos de los demás y hasta de uno mismo. La gran mayoría de nosotros quisiéramos lograr esa paz, pero son muy pocos los que realmente saben como realizarla. La clave del problema reside en el hecho de que siempre buscamos ese estado en el mundo exterior como si éste fuera algo que existiera independiente de nosotros y que debiera ser adquirido o poseído como un artículo cualquiera.
Al mismo tiempo queremos cambiar al mundo externo, o sea, cambiar las actitudes de nuestros familiares y amigos, cambiar nuestros empleos, nuestras situaciones de vida, etc. y nos molestamos y nos desesperamos cuando éstos no responden a nuestras expectativas. En efecto, creemos que los obstáculos a nuestra búsqueda existen fuera de nosotros mismos cuando en realidad precisamente lo contrario es la verdad. La paz es un estado de ser que pertenece únicamente al interior del ser humano y no es un objeto o condición del mundo externo independiente de nosotros.
Todos diríamos que del dicho al hecho hay un gran trecho; de que es fácil decir que la paz personal se puede lograr pero, por otro lado, obtenerlo es sumamente difícil. Sin embargo, no hay ese trecho tan grande. Lo que se necesita es perseverancia y una transformación fundamental en la visión que tenemos hacia la vida. Los principios que tenemos que adoptar y asimilar son tan sencillos que a primera vista engañan.
El primero es asegurar que la paz interna sea nuestro objetivo principal en la vida aplicando este principio a todas las situaciones en que nos encontramos. No importa qué ocurra a nuestro alrededor, tenemos que mantener el equilibrio y la serenidad. Las circunstancias pasajeras no deben alterarnos y convertirnos en algo que no somos. Solamente de esta forma podemos llegar a realizar esa felicidad que es el derecho de todo ser humano.
El segundo principio es comprender que la paz interna se puede lograr únicamente cuando practicamos el perdón, que en este contexto implica eliminar los rencores que sostenemos con cualquier otra persona que creemos nos ha agredido. Así nos desprendemos de las ataduras del pasado y todo lo que éstas arrastran al presente permitiendo deshacernos de todos los pensamientos y sentimientos negativos que nos separan de los demás. Como resultado se puede crear un ambiente de comprensión y armonía entre nosotros y los demás y, por consiguiente, entre todos los seres humanos. Tan importante como practicar el perdón es el de no juzgar a los demás, sino aceptarlos como realmente son. Debemos entender que el juzgar a otros es un veneno que tarde o temprano vuelve a uno mismo, interfiriendo de una forma u otra en nuestro bienestar personal.
El tercer principio implica la eliminación del temor en todos los sentidos de nuestra vida: temor de nosotros mismos, temor de otros, temor del desconocido, temor de fracasar, temor del futuro, temor de morir y así sucesivamente. El temor encadena al ser humano y moldea nuestros caracteres impidiendo su expresión libre, creativa y espontánea. Hay que desprendernos del temor antes de poder expresar el amor y la felicidad.
Donde hay temor no puede haber amor; los dos sentimientos son incompatibles.
Todo esto apunta hacia un cuarto principio (inseparable de los otros tres) que es que somos los que percibimos. Es de inmensa importancia entender que nosotros, como entes conscientes, somos capaces de escoger lo que percibimos y por lo tanto, las experiencias que asimilamos. En efecto (y esto es la clave) no tenemos ni realmente podemos cambiar el mundo que existe a nuestro alrededor, pero sí podemos cambiar nuestra percepción de éste. Si cambiamos nuestras percepciones entonces el mundo será lo que queremos porque así lo decidimos. Por ejemplo, es muy usual percibir que otros nos están “atacando” y esto condiciona nuestra reacción y de inmediato preparamos nuestra “defensa”. Sin embargo, puede ser que nuestra percepción del “ataque” es incorrecta ya que la basamos en un defecto o debilidad personal y no en la situación real. Al mismo tiempo se podría decir que el que ataca lo hace porque se siente amenazado o atemorizado, que también es una percepción condicionada del “atacante”.
En sí, lo que hemos creado es una especie de filtro a través del cual percibimos el mundo. Es necesario limpiar ese filtro y modificar nuestras percepciones si queremos experimentar la paz y no el conflicto. En vez de ver a otros como si nos estuvieran atacando, debemos verlos con compasión, ya que muchas de sus actuaciones son defensivas y atemorizadas. En realidad esa expresión de miedo es un llamado para el amor. El problema es que nuestras percepciones son coloreadas por el pasado, por nuestros prejuicios, temores, dudas y otras distorsiones de tal grado que nos convertimos en seres casi totalmente condicionados.
En resumen, no es necesario ni posible, cambiar al mundo para estar en paz con uno mismo. A través de la adopción de una nueva actitud de perdonar a los que nos han causado sufrimientos y de desprendernos del temor, podremos soltar tremendas cargas auto impuestas en nuestros caracteres, para así modificar nuestras percepciones equivocadas. Nosotros mismos hemos creado nuestras propias limitaciones sobre lo que somos y lo que podemos lograr. Al crear un estado personal de amor y paz, eso es lo que proyectamos al mundo y esa proyección se convierte en nuestra realidad experimental. O sea, somos lo que percibimos.