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HACER UN MUNDO MEJOR

HACER UN MUNDO MEJOR

Mucho se ha hablado, desde casi los tiempos antiguos cuando el hombre empezó a vivir en comunidades y crear sociedades organizadas, de los cambios que necesitamos hacer para crear un mundo mejor. Se ha hablado tanto de que para mejorar nuestras sociedades es necesario cambiar las estructuras y sistemas socio-políticos, económicos, religiosos, institucionales, etc. El problema con esta visión es que trata los síntomas del problema y no su causa.

Que quiero decir con esto? Que siempre se está tratando de cambiar la expresión de los que somos y no a nosotros mismos. A manera de ejemplo se podría tomar un juego de barajas donde juegan cinco personas y siempre hay dos personas que constantemente están haciendo trampas. En vista de eso los demás empiezan a modificar las reglas, pero por más cambios que hacen en las reglas, “el que hizo la ley hizo la trampa”, y esos dos siguen haciendo sus juegos sucios. Entonces se decide cambiar el juego y empiezan a jugar dominó creyendo que de esta forma los dos van a dejar de hacer trampas; pero no importa el tipo de juego, ya sea baraja, dominó, ajedrez, pelota o cualquier otro tipo de juego, los tramposos siguen creando problemas para los demás. El punto clave del problema no es en alterar las reglas ni el juego en sí. Uno puede seguir cambiando los sistemas sociales, políticos, económicos, todos los sistemas habido y por haber, pero estos son solamente representativos del síntoma del problema. O sea, el problema no son las reglas del juego ni tampoco el mismo juego en sí sino los que están jugando y sus motivaciones y propósitos en jugar.

Entonces el cambio que realmente se requiere en el ser humano hoy en día y en su expresión individual y colectiva es una transformación de conciencia y de ahí parte todo lo demás. Uno no puede cambiar la superficie, el cascarón, la expresión o síntoma de un problema, si no se cambia su causa, lo que emite esa expresión, el ser humano en sí. De ahí viene todo lo demás. De ahí se deriva, del ser humano y su nivel de conciencia, todo lo que él hace en su vida diaria.

Entonces, no es suficiente seguir insistiendo en que la solución a nuestros problemas es una economía neoliberalista, o una economía de mercado, o la capitalista versus la socialista, o debatiendo si un sistema es mejor que otro, etc. Realmente ese debate no está enfocando el problema real.

No se puede seguir culpando a condiciones externas por los problemas de uno. No podemos seguir tratando los síntomas de un problema sino su causa, y la causa es el ser humano y su punto de conciencia y hasta que no enfoquemos nuestros esfuerzos en impulsar una transformación total de la conciencia de todos los integrantes de una sociedad, esa sociedad no va a cambiar. En sí el Reino Humano es, nada más y nada menos, que el cúmulo de las conciencias de todos sus integrantes.

Ahora, uno de los fundamentos básicos de esta visión es entender que aunque nuestro deber es impulsar cambios de conciencia en el ser humano lo podemos hacer en nosotros mismos, pero no en los demás. Nosotros no podemos cambiar el mundo pero si podemos cambiar como percibimos el mundo. Es en ese sentido donde uno tiene que empezar la verdadera revolución: es en uno mismo, en nuestras propias conciencias. No podemos pedir que los demás sean lo que nosotros mismos no somos. No se comparte lo que uno no tiene y esa transformación en nuestras conciencias tiene que empezar con la eliminación de todos los bloqueos que afectan y producen una interpretación equivocada de lo que nosotros mismos somos. No somos seres transitorios, sino seres eternos. Por tanto, no debemos temer, ni a nosotros, ni a los demás, ni a la vida misma.

El temor es el gran catalizador de todos males que padece el ser humano. El temor obviamente se deriva de la ignorancia y produce tensiones, ansiedades, celos, rencores, la malicia y todo eso que nos separa no solamente de nosotros mismos sino también de los demás. El temor es como un filtro a través de cual nosotros vemos la vida y a nosotros mismos, mientras más oscuro es ese filtro, menos podemos ver la realidad. Sin embargo mientras más limpio es ese filtro y menos es el temor que tenemos en nuestras vidas, más claro podremos ver las cosas como realmente son. El temor es una nube que oscurece nuestra visión y su eliminación nos permite ver y tener contacto con nuestra verdadera esencia, y la que posee todos nuestros hermanos y hermanas.

En resumen no es posible seguir hablando de una evolución en el Reino Humano, abordando únicamente los síntomas del problema, exigiendo siempre que las estructuras cambien, cuando los que la componen y las utilizan no quieren cambiar. El cambio tiene que empezar en cada ser humano mediante un proceso de transformación de su propia consciencia individual como aporte hacia la transformación de la colectividad.