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LA REPÚBLICA DOMINICANA NECESITA UN GIRO VALIENTE EN POLÍTICA FISCAL Y SOCIAL SI QUIERE CUMPLIR CON LOS COMPROMISOS ASUMIDOS CON LAS NACIONES UNIDAS

LA REPÚBLICA DOMINICANA NECESITA UN GIRO VALIENTE EN POLÍTICA FISCAL Y SOCIAL SI QUIERE CUMPLIR CON LOS COMPROMISOS ASUMIDOS CON LAS NACIONES UNIDAS

El mensaje es claro y preocupante: nuestro país está desaprovechando las oportunidades de crecimiento económico para alcanzar un mayor desarrollo de sus habitantes. Así lo acaba de demostrar el informe La República Dominicana y los Objetivos de Desarrollo del Milenio: Un camino hacia el 2015, presentado públicamente el pasado 23 de abril por la misión de las Naciones Unidas en nuestra nación. Este documento revela que según el Indice de Desarrollo Humano 2003, República Dominicana ocupa el lugar 94 de 175 países en el mundo, pero de acuerdo con el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, debería encontrarse en el puesto 68.

¿Qué habrá pasado para que uno de las naciones con un crecimiento económico más alto y sostenido de la región posea unos indicadores de calidad de vida tan bajos? La respuesta a esta pregunta constituye uno de los más importantes propósitos del trabajo del Instituto Dominicanao de Desarrollo Integral, Inc. (IDDI). Esta ONG dominicana considera que el país necesita revertir el concepto prevaleciente, en cierta medida, en las políticas gubernamentales, de que el crecimiento económico es condición necesaria y suficiente para alcanzar una mejoría en el nivel de vida de los seres humanos. No se trata únicamente de generar riquezas y de aumentar los ingresos, sino también, y en igual grado de relevancia, de saberlas distribuir de forma justa y equitativa entre los diferentes sectores de la sociedad.

El hecho de que los sucesivos gobiernos dominicanos no hayan aplicado cabalmente este concepto obliga a que nuestro país precise de esa necesaria y valiente transformación si se quieren cumplir con los compromisos asumidos ante las Naciones Unidos durante la Cumbre Extraordinaria del Milenio, celebrada en la sede de la ONU en Nueva York, en septiembre del 2000. Allí, la República Dominicana fue una de las naciones que se comprometió a cumplir para el 2015 las 10 metas de carácter social, referidas a aspectos como la pobreza, la educación y la salud, contenidas en los Objetivos del Milenio.

Los datos revelados por el informe de la misión de la ONU en nuestra nación confirman también la urgencia del asunto. El estudio hace mención a la influencia que tiene la preocupante desigualdad de renta que sufre el país sobre las tasas de pobreza. En 2003 , el 20% más rico de la población tenía un 53% de la renta, y el 20% más pobre poseía tan sólo un 5,1 %. Pero las cosas pueden cambiar si existe voluntad política: con tan sólo una reducción de la desigualdad del 0,5% anual, y un aumento del PIB del 2,6% anual, la República Dominicana puede alcanzar la meta de reducir la pobreza al 50% para el 2015.

¿Cómo se reduce la desigualdad? Entre otras acciones, con un sistema fiscal valiente que haga pagar un porcentaje creciente según la renta de cada persona y que destine los fondos públicos a políticas sociales bien orientadas y no paternalistas ni clientelistas. Y por otra parte, con la disminución de los impuestos indirectos (como el ITBIS), que ahora lo tienen que pagar tanto las personas de renta alta como las de baja, cuando son esfuerzos muy distintos en cada caso. Este hecho contribuye a la negativa polarización, cada vez mayor, de los niveles de renta. Lo que se necesita, por tanto, en este sentido, es reforzar los impuestos directos.

Las cifras muestran también el poco alcance y calidad de los servicios sociales. Si analizamos la renta del país (PIB), se sitúa en el 68 puesto a nivel mundial. Pero si integramos los factores sociales en el indicador (salud, educación, saneamiento), el país cae hasta el puesto 94. Por tanto, si sólo analizáramos las variables sociales, podríamos precipitarnos fácilmente al puesto 120, es decir, al nivel de países como Guinea Ecuatorial o Nicaragua.

Respecto al objetivo de reducir la extrema pobreza y el hambre al 50%, el informe señala que República Dominicana no transita por la senda correcta para lograrlo. En el año 2000, la subnutrición era de un 27% de la población. Si continúa la tendencia actual, llegaría al 2015 con un 21% de la población subnutrida, cuando la meta es de un 13,5%.

En el área educativa, se muestran adelantos en cobertura y resultados, pero la conclusión de Naciones Unidas es que este esfuerzo aún es insuficiente. Al ritmo de ampliación anual de inscripciones públicas, en el 2015 se conseguirá la meta de tener escolarizados a todos los niños de 6 a 9 años, pero no en el resto de franjas de edad, dato éste muy preocupante. Igual sucede con la eficiencia y la tasa de analfabetismo, que a pesar de haber mejorado, sus avances todavía no son suficientes. El analfabetismo entre personas de 15 años y más, por ejemplo, se redujo de un 20.6% en 1990 a un 15,6% en el 2002.

Una noticia alentadora es que la tasa de mortalidad infantil (0-5 años) se está reduciendo al ritmo previsto, y de mantenerse la tendencia, el país podrá alcanzar la meta acordada. Sin embargo, la que no se reduce es la de mortalidad neonatal (0-28 días), que mantiene su ratio en unas preocupantes 22 muertes por mil nacidos vivos. A pesar de que el 98% de los partos son en hospitales, esta cifra no se mueve desde 1987, lo que evidencia carencias de recursos humanos y materiales en la atención neonatal.

La duda que resalta del citado estudio es si el modelo vigente es válido o no para ofrecer calidad de vida a los ciudadanos. Calidad de vida significa ingresos, pero también acceso educación y sanidad de calidad, agua potable y libertad real de expresión, entre otros beneficios sociales. La respuesta no es difícil. Las economías de mercado tienden de forma natural a la polarización de la renta, a la desigualdad, por tanto hacen falta estados fuertes que redistribuyan los ingresos y los empleen en políticas sociales realmente efectivas.

El IDDI exhorta a las futuras autoridades del gobierno dominicano a aplicar políticas valientes y no paternalistas para conseguir calidad de vida para todos. Que el Estado no sea un parásito sino el motor del país y escuche la voz de la ciudadanía. De esta manera pudiera ser una realidad palpable en nuestra sociedad el hecho de que el crecimiento que registre nuestra economía nacional, signifique verdaderamente una mejoría sustancial de los indicadores sociales y de bienestar de la población dominicana.