Como es de conocimiento común, nuestro país es muy mencionado en toda América Latina como un caso ejemplar de una democracia sólida y estable, pero cuando uno analiza todos los factores que están incidiendo en el ámbito nacional en los últimos años, realmente hay que admitir que tenemos mucho camino que correr antes de que se emita ese juicio tan confiado.
Aquí, como en muchos otros países “democráticos” (tanto del norte como del sur), el ciudadano ejerce su derecho de “participar” en la toma de decisiones sobre el destino de su país únicamente un día cada cuatro años, pero el 99.8% del resto del tiempo no posee ningún mecanismo formal que sirva para canalizar sus puntos de vista y que estos sean tomados en cuenta sobre el rumbo que el gobierno esté tomando.
En la práctica nuestra “democracia” ha sido casi infuncional. Como se sabe ampliamente, el estilo de nuestros gobiernos siempre ha sido sumamente “presidencialista”, concentrando el poder en el Ejecutivo a expensas de los representantes legislativos que componen el Congreso Nacional. Aquí tampoco existe un Poder Judicial capaz de independizarse y ejercer su mandato constitucional adecuadamente. Cualquiera diría que ni tenemos Constitución, pero la hay. Lo que sucede es que no se respeta, o, mas bien, se interpreta antojadizamente, siempre a expensas del pueblo.
En resumen, es realmente indignante para todos nosotros, seres humanos educados, concientes y con capacidad de pensar y decidir por nosotros mismos, tener que aceptar que nuestro destino sea manejado por un grupo muy reducido sin poder tener la mas mínima posibilidad de ser escuchados, ni mucho menos tomados en cuenta.
Tomando en cuenta la actual coyuntura nacional (donde se destacan todas las deficiencias ya mencionadas) e internacional (con todos los sucesos en Europa oriental, la Unión Soviética, Sur Afrecha, etc.), considero que es hora de aumentar las iniciativas y presiones tendentes a promover movimiento amplio, claro y coherente hacia la implantación de una verdadera democracia aquí en la República Dominicana.
¿Pero, que es una democracia, cuales son sus características y puntos críticos que hay que atender si es que queremos construir una sociedad sana y funcional? En términos generales, se puede afirmar que una de las características de la historia de la civilización humana es que el desarrollo de la misma ha dependido de la capacidad de sus integrantes de comprender y articular los principios y valores básicos de la vida. A la vez, nuestra capacidad de entender estos conceptos depende directamente de la evolución de nuestras conciencias como seres humanos individuales y como colectividad. Por tanto, se podría decir que el desarrollo de nuestras civilizaciones depende directamente del desarrollo de la sumatoria de las conciencias de sus integrantes, o sea, la conciencia totalizante de la vida y su realidad integral.
Sin duda, esto se aplica al concepto que poseemos sobre lo que es la democracia. Como es de conocimiento común, la definición de democracia ha variado enormemente a través de las diferentes épocas y culturas de la historia. Cada sociedad ha definido para si lo que ellos entienden como democracia hacia adentro y hacia afuera. La definición formal de democracia es: gobierno para, por y del pueblo. Complementando esa idea se podría decir que la democracia real implica el derecho universal del individuo y su colectividad de ejercer la oportunidad de libre pensamiento y acción a todos los niveles de la vida. Esto se da principalmente a tres niveles, todos importantes: el primero es hacia el interior del ser humano, el segundo tiene que ver con las relaciones que cada uno tiene con la colectividad y el tercero es como esta se organiza.
En cuanto al primer nivel, o sea, la formación y concientización del ser humano, es necesario puntualizar que para que la democracia sea funcional a nivel global, los miembros de la sociedad deben poseer la libertad de decidir que es lo que el quieren de la vida y de tener la oportunidad de expresar y de realizarlo. Consecuentemente, el ser humano debe poseer todas las facultades y recursos a su disposición para que pueda tomar las decisiones de lugar. La auto-democracia empieza con la transformación del ser humano con miras hacia su equilibrio interno, libre de ataduras que nos impide ver las cosas como son y, por tanto, poder tomar las acciones correspondientes. No puede haber una democracia sana si sus integrantes no son sanos.
Por otro lado, una democracia sana depende de las relaciones que el individuo posee con su colectividad ya que si no existe un respeto mutuo entre seres humanos la convivencia es imposible. Obviamente, se requiere una comprensión y consenso amplio de lo que las relaciones humanas implica y como se lleva a la práctica. Esto conlleva un proceso intensivo de educación cívica para que haya la mayor difusión, concientización y convencimiento popular para que cada individuo entienda sus derechos y deberes dentro de la sociedad.
En cuanto al tercer nivel, es imprescindible organizar y estructurar el conjunto para permitir que los derechos del individuo se respeten y se fortalezcan asegurando a la vez la convivencia armoniosa e integralidad de todos sus miembros. En este sentido existe una balance muy delicado y difícil de definir entre los derechos del individuo y los de la colectividad. Se podría decir que los derechos individuales se detienen en el punto donde empiezan los de la colectividad. Cada sociedad tiene que definir su balance particular creando los mecanismos funcionales que haga posible la concretización de la democracia interna.
En síntesis, la democracia, mas que un concepto, es un proceso propio y particular de cada realidad en la cual se destacan dos vertientes que son: por un lado lo que los americanos llaman “empowerment” del pueblo, o sea, otorgar el poder político, económico y social al pueblo mediante la transferencia de los recursos (formativos y financieros) para que ellos puedan realizarse como seres humanos y para que puedan participar libre y concientemente en las decisiones sobre el destino de su colectividad. Por otro lado, este proceso requiere el apoyo de mecanismos formales e institucionales de organización y estructuración de la sociedad creando las instancias requeridas para un desarrollo pluralista y equitativo de la misma.
Es claro que en la actualidad estamos viviendo en una época de transformación radical en casi todos los sentidos. Sin darnos cuenta, una nueva civilización está emergiendo. Se evidencia el surgimiento de una verdadera conciencia colectiva mundial que está rompiendo las barreras religiosas, raciales, sexuales, sociales, políticas y económicas. Hay más participación real a todos los niveles, un sentido creciente de responsabilidad no solamente sobre los acciones personales, sino también sobre el prójimo y sobre la protección de nuestros recursos naturales y de las demás formas de vida que comparten este planeta con nosotros.
A la luz de todo esto se nos hace más urgente insistir en construir una sociedad sana, donde todos los ciudadanos participen en el proceso de toma de decisiones, libre y concientemente. Ese es nuestro derecho y destino. Es hacia eso que tenemos que trabajar. Es un proceso lento pero imprescindible si es que queremos entrar en el próximo siglo como un país vigoroso, dinámico y democrático donde todos tengamos las mismas oportunidades de decidir nuestros propios destinos y de auto-realizarnos como seres humanos.