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EL HOMBRE DE LA NUEVA ERA

EL HOMBRE DE LA NUEVA ERA

Estamos viviendo en una época de profunda crisis en la historia del hombre. Cada nuevo día nos trae más problemas que parece que no sabemos controlar ni mucho menos superar. Cuando resolvemos uno, descubrimos que la solución ha causado diez más y la impresión es que el proceso se está acelerando. Nos falta dirección y estamos sufriendo de una falta masiva de autoconfianza, ya que ni tenemos fe en nuestras propias acciones.

En fin, la situación se nos está escapando de las manos y si no encontramos una salida, el único resultado sería el caos y el fin de nuestro sistema de vida como hoy lo conocemos.

Un resumen breve de los conflictos que nos agobian resalta las proporciones de la crisis. Se puede decir que estamos sufriendo de cuatro dilemas interrelacionados sintetizados en lo siguiente:

  • El hombre contra el hombre.
  • El hombre contra la naturaleza.
  • El hombre contra el mañana.
  • El hombre contra la tecnología.

La más explosiva de estas divisiones es la del hombre contra el prójimo, una actitud caracterizada por los conflictos ideológicos, religiosos, culturales, sociales, sexuales y económicos. Las consecuencias son demasiado numerosas para detallarlas aquí, pero nada más con un vistazo al periódico cada día, uno puede palpar la situación destructiva en que vive el mundo. El conflicto ideológico se manifiesta principalmente en la guerra fría entre las superpotencias, pero también se expresa en decenas de enfrentamientos regionales.

La opresión sexual, económica y cultural es casi universal, ocurriendo no solamente entre países, sino también entre fuerzas dentro de una misma nación.

A la vez sufrimos de otra división que es igualmente destructiva y potencialmente más peligrosa porque sus efectos no se sienten de manera repentina, sino lenta y hasta que no estalle completamente no nos damos cuenta de la catástrofe que hemos producido. Esa división es la del hombre contra la naturaleza y contra el mañana.

Primordial en estos dos problemas es el hecho de que nosotros no podemos controlar nuestro crecimiento poblacional, que aumenta geométricamente. Para sobrevivir, el hombre necesita comida, agua, energía, espacio físico, etc., y al consumir éstos produce desperdicios. Sin embargo, las exigencias materiales, económicas y tecnológicas de una población en crecimiento descontrolado son cada día más intolerables, ya que los recursos naturales del planeta son finitos.

Agravando esto tenemos la creciente incapacidad de absorción de nuestros desperdicios por parte de la biosfera. Ya nos estamos acercando a ciertos límites de capacidad ecológicos de sostener la vida misma.

El hombre está acelerando la destrucción, casi sin control, de varias especies de animales, de ciertas fuentes químicas de la  vida misma, de la vegetación, de los bosques, de los paisajes bellos que han sido inspiradores de tantas alegrías, imaginación y creatividad.

Esta violación ciega de los recursos del planeta para satisfacer nuestros antojos del momento enfatiza el conflicto entre el presente y la vida de futuras generaciones. Como nunca antes nuestra preocupación con el futuro debe ser de inmensa urgencia y relevancia por las consecuencias en el mañana de nuestras acciones de hoy que son en gran medida irreversibles. lo más inquietante es que serán las generaciones que aun no han nacido las que tendrán que sufrir las consecuencias de decisiones en las cuales no han participado. Se supone que uno de los principios de la planificación es el sacrificio o posposición de gratificación en el presente para el futuro, pero en realidad ha sucedido lo contrario.

Además de los efectos que tiene nuestra sociedad industrial sobre el planeta, también hay otro que es más sutil y que produce una situación muy alienante para el hombre, siendo ésta la división entre el hombre y la tecnología. Los efectos producidos son varios: la aristotecnología, como algunos la denominan, es la que requiere mucha inversión de capital, energía y materiales para su funcionamiento y por lo tanto, es asequible solamente por una minoría. Esto en sí crea una élite que puede controlar el sistema tecnológico-industrial en detrimento de los demás. Otro elemento negativo es el efecto que tiene la tecnología en relación al rol del trabajador.

Se supone que el trabajo debe tener dos funciones: una es como mecanismo de distribución de bienes en la sociedad y la otra, es un rol social donde el hombre se siente que está contribuyendo no solamente a su propia autorealización, sino también al bienestar de la sociedad en general. La tecnología como existe hoy, ha interrumpido estas dos funciones. Como es controlada por un grupo limitado, los bienes no se reparten como son previstos y ésta aliena al hombre de tal forma que ya él no se siente como el elemento principal, sino secundario, presente nada más para mantener las máquinas. El efecto psicológico de esto es devastador, ya que la tecnología ha adquirido una vida propia fuera de nuestro control.

Estas divisiones y conflictos han existido, en cierto sentido, desde que el hombre habitó la tierra por primera vez, pero hay una diferencia que distingue la presente situación de las del pasado. Por primera vez en la historia, el hombre tiene la capacidad no solamente de la autodestrucción total, sino también de destruir el mismo planeta. Estos conflictos ahora son de escala global. Pueden ser conflictos militares, económicos o sociales, discutiendo los recursos de la tierra, su distribución, patrones de intercambio internacional, control de la tecnología, etc., pero son globales en escala y esto en sí exige una solución urgente. Solamente es posible enfrentar la situación pensando en términos de orden mundial/global.

En gran medida las causas de los conflictos anteriormente mencionados se fundamentan en nuestra filosofía occidental de la vida. Este punto de vista es fundamentalmente materialista y dualista. Esta tradición separa a Dios de nuestra realidad. Dios es visto como el Creador del Universo y por lo tanto separado de él. El universo es considerado sin vida y como una máquina física en la cual el hombre ocupa una posición única y elevada.

El hombre entonces, tiene la potestad de usar y manipular este universo material para satisfacer sus propias necesidades. En este punto de vista la ciencia y la filosofía del modernismo juegan un rol dominante. La ciencia y la tecnología son los instrumentos de poder y manipulación sobre las fuerzas impredecibles de la naturaleza. El modernismo es la filosofía del progreso basado en la prosperidad económica que se logra a través de la aplicación del poder material para obtener la satisfacción de las necesidades humanas, o sea, la aplicación de la ciencia. El momento ya exige más del hombre. Nuestra actitud, filosofía y concepto de la vida misma tiene que cambiar.

Puede ser útil resumir este cambio de filosofía en la adopción de dos éticas de vida que son: la Ética Ecológica y la Ética de Autorealización.

La Ética Ecológica representa una identificación total del hombre con todo  lo que le rodea, entendiendo que él es parte del todo y que si abusa de su medio ambiente, él se está haciendo daño a sí mismo. El hombre no existe como entidad independiente de las leyes naturales; él es parte integral de todo. Tenemos que actuar como socios compañeros con la biosfera protegiendo los sistemas complejos de vida que sostienen el planeta, utilizando los recursos con sabiduría, modificando las relaciones ecológicas inteligentemente, reestableciendo mecanismos de reciclamiento en armonía con los sistemas naturales y dirigiéndonos hacia una nueva sociedad en equilibrio con las leyes naturales del planeta. El compromiso de nuestra civilización con la Ética Ecológica determinará si este mundo se mantendrá habitable.

La Ética de autorealización implica que la meta de toda experiencia humana es la autorealización individual y el desarrollo evolucionarlo de conciencia de la raza humana. Tal como nosotros mismos deseamos nuestra propia autorealización debemos permitir que todo ser viviente se autorealice también.

Esto fomenta la compasión, la tolerancia y la comprensión hacia nuestros hermanos, a la vez eliminando la alienación y la ansiedad en que vivimos casi todos. Estas dos éticas que enfatizan la identificación del hombre con la naturaleza y la autorealización de cada hombre no son conflictivas sino complementarias.

Es importante recordar que es precisamente en tiempos de crisis agudas que cambios profundos son posibles, sean buenos o manos. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para crear una nueva era porque de lo contrario, las consecuencias serán catastróficas. Recuerden, un viaje de mil millas comienza con un solo paso.