Dada la situación actual de deterioro en la calidad de vida de las grandes mayorías de nuestro país, debe ser de conocimiento común que estamos experimentando una crisis generalizada de proporciones históricas. De la misma forma, es aparente que los modelos de desarrollo predominantes no funcionan y que el liderazgo que posee nuestra sociedad ha sido (conciente o inconcientemente) incapaz de resolver los problemas que hoy día nos inunda. Estos modelos han demostrado ser desgastados y mal orientados con el agravante de que a largo plazo causarán mas problemas de los que resuelven. El tipo de liderazgo imperante en el país posee poca visión de la complejidad de los dilemas que nos afectan, es sumamente paternalista y poco democrático.
Cuando uno toma en cuenta la globalidad de la situación actual se podría decir que, en cierto sentido, lo que estamos viviendo es el último “pataleo” de una estructura que resiste el cambio y se aferra al pasado. Pero la transición es imprescindible y necesaria si es que se quiere mantener este mundo habitable y evitar un caos destructivo. No hay otro camino que dirigirnos hacia esa meta con seriedad y responsabilidad.
La clave para la consecución de esta meta es la creación de mecanismos organizados, estables y permanentes que permiten al ser humano poner en marcha las acciones necesarias para transformar nuestra sociedad. A la vez es claro que las instituciones actuales no han podido responder a este reto. Por un lado, se sabe que el sector público no ha sido capaz de resolver los problemas que afronta el país, que basan muchas de sus decisiones en criterios interesados que favorecen su permanencia o de prolongar su estadía en el poder y que sus políticas cambian curso cada cuatro años. En si, este sector ha llegado a ser tan decepcionante que parece que lo único que hace es de tratar de zanjar (no transformar) la brecha social que el modelo socio-económico y político actual ha sido incapaz de cerrar. Para ello se recurre a la ayuda y a la donación; lo que en la práctica se ha traducido en actividades como el regalo de alimentos, viviendas, juguetes, etc. fomentando aun mas el paternalismo rampante y dependencia irresponsable al cual la República Dominicana ha estado sujeto por siglos.
Sin embargo, el otro gran sector con poder en la sociedad dominicana, el sector privado lucrativo, no ha tomado conciencia plena de su rol potencial en el desarrollo de las grandes mayorías de la República Dominicana. En estos momentos su contribución desinteresada es limitada ya que este sector posee un enfoque y razón de ser (su afán de lucro) que le inhibe ver la realidad verdadera en que estamos sumergidos.
Dada las deficiencias de estos dos sectores institucionales predominantes en nuestra sociedad (que no son irremediables) se pudiera considerar que el llamado “Tercer Sector”, las organizaciones no-gubernamentales sin fines de lucro (por sus siglas ONG) representa una de las herramientas institucionales con mas posibilidades de llegar a cumplir el objetivo de apoyar el desarrollo de la población marginada a mediano y largo plazo.
Esto porque en muchos sentidos las ONG tienen mucha estabilidad en su personal, son menos desinteresados en su filosofía y principios de acción, desperdician menos recursos, dan mas seguimiento a sus actividades, conocen mejor la realidad de ese sector (y por tanto pueden responder en una forma mas apropiada), poseen mucho mas credibilidad que el gobierno, etc. Un balance general de la acción de las ONG en los países de América Latina, en los últimos quince años, lleva a concluir que las mismas contribuyeron favorablemente en los procesos de cambio que viven las sociedades de nuestro continente.
Esto no quiere decir que las ONG son perfectas ni ideales en su conformación actual ya que, como bien se sabe, estas también poseen muchas deficiencias por el hecho de que todavía existen aún muchos intereses y competencia institucional dentro de este sector que entorpece la realización de los objetivos para las cuales estas fueron creadas y que, a la vez, inhiben la contribución positiva que puedan hacer a la sociedad en general. Además, se puede afirmar que el rol de las ONG en el desarrollo de la República Dominicana no es de tanta trascendencia que les permita hacer aportes de fondo que incidirían a un nivel macro, a lo menos, no en lo inmediato.
Sin embargo, si hay un sector de la sociedad dominicana que ha demostrado ser capaz de atender con seriedad, responsabilidad y visión las necesidades de la población marginada, este es el de las organizaciones no-gubernamentales sin fines de lucro por su filosofía, orientación y razón de ser. Hay que afirmar que las características de estas entidades las hacen ideales para hacer un aporte valioso y de fondo al país aunque actualmente su contribución es limitada por el escaso apoyo que reciben del gobierno. En conclusión, es claro que las ONG’s representan una alternativa institucional cuya importancia e impacto en el desarrollo nacional se incrementará en el futuro y que simbolizan, en términos generales, una de las vertientes de más coherencia hacia la creación de una nueva estructura de sociedad.