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LAS LIMITACIONES DE NUESTRA TRADICIÓN JUDEO-CRISTIANA

LAS LIMITACIONES DE NUESTRA TRADICIÓN JUDEO-CRISTIANA

Esto se evidencia por el hecho de que las exigencias materiales, económicas y tecnológicas de una población en crecimiento descontrolado son cada día más intolerables, ya que los recursos naturales del planeta son finitos. Agravando esto tenemos la creciente incapacidad de absorción de nuestros desperdicios por parte de la biosfera. Ya nos estamos acercando a ciertos límites de capacidad ecológicos de sostener la vida misma. El hombre está acelerando la destrucción, casi sin control, de varias especies de animales, de ciertas fuentes químicas de la vida misma, de la vegetación, de los bosques, de los paisajes bellos que han sido inspiradores de tantas alegrías, imaginación y creatividad.

0˜Estas divisiones y conflictos han existido, en cierto sentido, desde que el hombre habitó la tierra por primera vez, pero hay una diferencia que distingue la presente situación de las del pasado. Por primera vez en la historia, el hombre tiene la capacidad no solamente de la autodestrucción total, sino también de destruir el mismo planeta. Estos conflictos ahora son de escala global. Pueden ser conflictos militares, económicos o sociales, disputando los recursos de la tierra, su distribución, patrones de intercambio internacional, control de la tecnología, etc., pero son globales en escala y esto en sí exige una solución urgente.

En gran medida las causas de los conflictos anteriormente mencionados se fundamentan en nuestra filosofía/tradición Judeo-Cristiana de la vida. Este punto de vista es fundamentalmente materialista y dualista. Esta tradición separa a Dios de nuestra realidad. Dios es visto como el Creador del Universo y por lo tanto separado de él. El universo es considerado sin vida y como una máquina física en la cual el hombre ocupa una posición única y elevada.

El hombre entonces, tiene la potestad de usar y manipular este universo material para satisfacer sus propias necesidades. En este punto de vista la filosofía del modernismo juega un rol dominante. La ciencia y la tecnología son los instrumentos de poder y manipulación sobre las fuerzas impredecibles de la naturaleza. El modernismo es la filosofía del progreso basado en la prosperidad económica que se logra a través de la aplicación del poder material para obtener la satisfacción de las necesidades humanas.

El momento ya exige más del hombre. Nuestra actitud, filosofía y ética de la vida misma tiene que cambiar. Por un lado, tenemos que entender que el ser humano no existe como entidad independiente de las leyes naturales; somos parte integral de todo. Tenemos que actuar como socios compañeros con la biosfera protegiendo los sistemas complejos de vida que sostienen el planeta, utilizando los recursos con sabiduría, modificando las relaciones ecológicas inteligentemente, reestableciendo mecanismos de reciclamiento en armonía con los sistemas naturales y dirigiéndonos hacia una nueva sociedad en equilibrio con las leyes naturales del planeta.

A la vez, nosotros sufrimos de otra contradicción que es igualmente destructiva y potencialmente más peligrosa porque sus efectos no se sienten de manera repentina, sino lenta y hasta que no estalle completamente no nos damos cuenta de la catástrofe que hemos producido. Esa es la del hombre contra la naturaleza y contra el mañana.

Estamos viviendo en una época profunda de crisis y transformación de una escala sin comparación en la historia del hombre. La crisis se caracteriza por un maltrato agresivo y sostenido no solamente hacia nosotros mismos pero también a todo eso que sostiene y nos da vida. Por un lado, el ser humano provoca toda clase de conflictos ideológicos, religiosos, culturales, sociales, sexuales y económicos cuyas consecuencias son demasiado numerosas para detallarlas aquí, pero nada más con un vistazo al periódico cada día, uno puede palpar la situación peligrosa en que vive el mundo.

Esta violación ciega de los recursos del planeta para satisfacer nuestros antojos del momento enfatiza el conflicto entre el presente y la vida de futuras generaciones. Como nunca antes nuestra preocupación con el futuro debe ser de inmensa urgencia y relevancia por las consecuencias en el mañana de nuestras acciones de hoy, que son en gran medida irreversibles. Lo más inquietante es que será de las generaciones que aún no han nacido, mismas que tendrán que sufrir las consecuencias de decisiones en las cuales no han participado.

Por otro lado, tenemos que comprender que la meta de toda experiencia humana es la autorrealización individual y el desarrollo evolucionarlo de la conciencia de la raza humana. Tal como nosotros mismos deseamos nuestra propia autorrealización debemos permitir que todo ser viviente se autorealice también. Esta fomenta la compasión, la tolerancia y la comprensión hacia nuestros hermanos, a la vez eliminando la alienación y la ansiedad en que vivimos casi todos.

Sin duda, estamos atravesando por una crisis de proporciones incomparables históricamente pero es importante recordar que es precisamente en estos tiempos que cambios profundos son posibles, sean buenos o malos. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para crear una nueva era porque de lo contrario, las consecuencias serán impredecibles, por no decir catastróficas. Quizás nuestra filosofía/tradición Judeo-Cristiana de la vida tuvo relevancia en épocas ya finalizando, pero es hora de expandir nuestras conciencias y darle bienvenida a otra forma de pensar, de actuar y de vivir.