Entendiendo que la vida es un flujo continuo de experiencias a las cuales estamos sujetos constantemente debe ser responsabilidad de cada ser humano vivirlas, aprender como asimilarlas y convertirlas en lecciones mediante las cuales podamos crecer y evolucionar. (No está demás decir que de lo contrario, estar vivo no tendría sentido.) Muchas de las experiencias son en la superficie aparentemente arbitrarias, dispersas, sin hilo ni relación, pero no es así. Hay una secuencia y orden muy precisos en las mismas, cada una sumado a la anterior y si las hacemos caso, las mismas podrían ayudar a orientar nuestras vidas permitiéndonos construir un marco de referencia para la superación y transformación individual y colectiva. La comprensión de este hilo es quizás el reto mas significativo de nuestras vidas y para poder realizar éste es imprescindible crear una visión coherente de la totalidad, para así entender donde encajamos como seres vivos, conscientes y evolutivos.
A primera vista (aunque únicamente para fines de mayor dilucidación del tema) ese hilo se podría dividir en dos grandes universos. Estos, a la vez, representarían las dos áreas de trabajo en las cuales nosotros tenemos que invertir nuestro tiempo y energía si es que queremos aprovechar la oportunidad que se nos ha brindado de estar vivos. Dichos son el trabajo hacia adentro y el trabajo hacia afuera.
El trabajo hacia adentro contempla la armonización y purificación interna del ser humano en todos sus aspectos. Por un lado, la armonización interna implica integrar todas las cualidades físicas, emocionales, mentales e intuitivas del ser humano para conformar una totalidad balanceada y equilibrada donde no existe un (o varios) aspecto que sobresale en perjuicio de los demás trastornando así nuestro comportamiento, actitud, visión de la vida, etc.
Por otro lado, la purificación del ser humano implica la eliminación del ego que, sin duda, es el obstáculo mas grande de nuestra evolución personal. El ego es una ilusión que cada uno de nosotros construimos con la intención de defendernos de las agresiones percibidas de los demás. Es una ilusión porque cambia de un día a otro (o sea, que no es permanente sino transitorio) y se basa en el miedo: el miedo de fracasar, el miedo de perder, el miedo de las opiniones de los demás, el miedo de ser vulnerable, el miedo de morir, etc. El miedo distorsiona nuestra visión de la realidad y nos confunde constantemente. Es como si tuviéramos unos lentes muy oscuros que no nos deja ver las cosas como son de verdad. En la medida que vayamos eliminando el miedo y, por consiguiente, el ego de nuestras vidas experimentaremos una transformación muy profunda.
El reto es de purificarnos de tal forma que podamos limpiar esos filtros tan empañados a través de los cuales vemos la realidad. En vez de ver miedo, odio, rencor y malicia, debemos ver compasión, amor y paz. Tenemos el poder de ver lo que queremos ver. Las leyes del ego son totalmente opuestos a las leyes del amor. Por un lado, mientras mas uno da al mundo menos tiene; sin embargo, mientras mas amor uno da mas recibimos. En si, se pudiera ver al amor como el desprendimiento del miedo. La esencia del amor es de poder dar de el sin limitaciones. Solamente de esta forma podremos experimentar el milagro ilimitable del amor y de la bondad. Esto se logra mediante la comprensión de cómo el amor no tiene limites, se puede dar de el sin tener miedo de que éste se nos acabe.
La armonización del ser humano conlleva a su purificación y viceversa. Ninguno de estos se logra aisladamente del otro. Lo importante es que son las dos tareas de trabajo mas sobresalientes en cuanto al desarrollo interno del ser humano. Es imprescindible aplicar nuestras energías y tiempo a favor de la transformación de nuestros seres ya que la verdadera revolución empieza desde adentro. No es posible compartir con el mundo lo que nosotros mismos no poseemos.
Mientras el trabajo hacia adentro implica un esfuerzo hacia el desarrollo personal, el trabajo hacia afuera conlleva la aplicación de nuestras energías para el desarrollo de la sociedad y del mundo en que vivimos. No es posible, ni deseable, dirigir nuestros esfuerzos únicamente a favor de uno mismo. El ser humano no es una isla. El crecimiento personal se da precisamente como consecuencia de una dinámica de interrelación con nuestro entorno. El esfuerzo a favor del desarrollo de los demás es parte del desarrollo del ser individual, ya que el bienestar de la totalidad es el bienestar de uno. No hay división. No puede haberla ya que somos integrantes del conjunto pero a la vez, el todo está compuesto por sus integrantes.
Debe ser claro que el desarrollo del individuo depende del desarrollo de la colectividad y viceversa. Para crear un mundo mas sano es necesario crear individuos sanos con conciencias equilibradas y libres de las ataduras que nos imponen nuestros egos. Es, entonces, la responsabilidad de estos individuos ayudar a transformar nuestra realidad colectiva aportando lo que han aprendido y recibiendo, a la vez, la retroalimentación necesaria para poder seguir desarrollándose ellos mismos.
Somos lo que creemos. Nuestro sistema de creencias es basado en las experiencias del pasado que son constantemente súper impuestos en el presente con la anticipación de que ocurra en el futuro. Nuestras percepciones del presente son tan controladas por el pasado que es casi imposible ver las cosas sin distorsiones y sin limitaciones. Con la voluntad, nosotros podamos reexaminar quienes creemos que somos y lograr una comprensión nueva y mas profunda de nuestra identidad personal y colectiva.
Ya es hora de empezar a ver mas allá de nuestra realidad actual y entrar en un estado de claridad en que vemos que somos maestros de nuestros propios destinos sujetos únicamente a nosotros mismos, capaces de cambiarnos a nosotros mismos y al mundo en que vivimos. Ya es hora.